Pero ya caminan juntos y el pasado solo es aire.

No debemos pasarnos, ni quedarnos cortos


Cuando se establece una relación de mutua confianza se está firmando un pacto y quien lo incumple hace fraude; la estafa es especialmente grave cuando uno se aprovecha de que el otro confía.
Toda nuestra existencia gira en torno a la confianza/desconfianza en los otros, y también en nosotros mismos. Al subir a un avión ponemos nuestra vida en manos del piloto. Si cogemos un taxi confiamos en que nos lleve a nuestro destino, por el camino más corto, y que nos cobre lo justo. Cuando nos sentamos a la mesa de un restaurante pensamos, en primer lugar, que los alimentos estarán en buenas condiciones, o al abrir la puerta de nuestra casa suponemos que el invitado se comportará con corrección.
La confianza implica reciprocidad y la vamos depositando en el otro al comprobar que no somos defraudados y, al mismo tiempo, porque experimentamos que también somos objeto de confianza. Esperamos, porque estamos convencidos de que vamos a recibir. Damos, porque a nosotros nos han dado. 
El egoísta, el que sólo pide, el que recibe y nunca da, acaba con la relación.

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