Pero ya caminan juntos y el pasado solo es aire.
No me obligues a decir "te quiero", como si no supieses que hay algo en mí que me impide hablar del amor. No me obligues, porque terminaremos durmiendo en distintas camas, aunque quizá compartiendo el mismo insomnio. No me obligues a decirte que vuelvas, porque nunca he sabido pedir segundas oportunidades por causas que merecían la pena. El problema, en parte, siempre he sido yo y mi estúpida manía de complicar el amor hasta convertirlo en una despedida. Me gustaba pensar que todo era un juego por si terminabas haciéndome daño. Era la forma que tenía de salvaguardar mi estabilidad emocional. Muy pocas veces lo conseguía. Y no dijimos adiós, simplemente, un día, concretamente una noche, muy de madrugada, nos cansamos de jugar; de ir y venir; de querer abrazarnos y, no obstante, soltarnos cada vez más. Pero lo triste fue que estábamos tan acostumbrados a perder siempre que no lo intentamos de nuevo. Nos resignamos. Nos fuimos. Hola, distancia, ¿tú otra vez por aquí? Y le sumamos un punto al marcador de las esperanzas rotas, nosotros hace ya tiempo que perdíamos por una gran diferencia.



No hay comentarios: