De qué dependen. De qué dependen tus sueños. De qué dependen tus proyectos. De qué dependen tus dudas y miedos. De qué dependes tú. De quién dependes. A quién hay que preguntarle si estás bien. De quién depende que sonrías. De quién depende tu felicidad. De quién depende que mañana vayas a tener un buen día. Dime, en serio, de quién dependes. En manos de quién te has puesto. En manos de quién estás. A cuenta de quién has hipotecado tu futuro. O mejor aún, tú presente. Tu dignidad. A quién has decidido regalarle tu estado de ánimo. En quién has delegado el poder de cambiar tu humor. O tu capacidad de cariño. O tu esperanza. Tu basta ya. De dónde te crees que salen los sueños. Por dónde te crees que empiezan los cambios. Y dónde te has pensado que las utopías empiezan a llamarse realidad. Estas preguntas son las verdaderamente importantes. Las únicas que deberías estarte haciendo. Porque la única independencia posible es aquella que te libera por dentro. Porque el único progreso consiste en que algún día, todo eso, tan sólo dependa de ti.
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