Pero ya caminan juntos y el pasado solo es aire.
Ha llegado el punto en el que todo por lo que un día luché y creí, ha desvanecido. Mis pilares más sólidos se derrumbaron frente a lo que parecía una tormenta pasajera. Y ahora qué. Si lo he dado todo a cambio de nada y justamente recibí eso; manos vacías y sucias; temblorosas. Que son demasiados años para este lastre y es que no sé cómo avanzar sin mirar hacia bajo con miedo por si vuelvo a tropezar. No creo en nada, y no hay cosa que más deseara en este mismo instante que decir que creo en mí, con la voz fuerte y segura, pero me engañaría, una vez más, y es que si no crees en tus propias capacidades todo lo demás pierde el sentido, que se trata de romper hilos y no de acomodarte en ellos, pero eso díselo a mi yo de hace cinco años, que decidió recostarse en el umbral del daño porque yacía derrotado de las palizas dadas en callejones oscuros a las tres de la madrugada y que de tanto susurrar que creía en él, le llenaron la boca de sangre. Así que ahora tiemblo al pensar que puedo tener esperanza en algo y me regodeo en la miseria. Triste. Pero me aseguro que no hayan más golpes innecesarios.

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