Pero ya caminan juntos y el pasado solo es aire.
Había pasado el tiempo, pero no la distancia, y allí estábamos, con las manos tan llenas de nada. Con la sensación que dejan en la boca los besos que se prometen, pero no se cumplen. Había pasado el tiempo, pero no nosotros. Nosotros seguíamos tan quietos, sin saber cómo o cuándo empezar a movernos. Congelados, como las rosas en invierno. O mejor muertas. Y no sabíamos volver al principio ni retroceder hasta la última salida. No sabíamos rectificar antes de que fuese demasiado tarde. Y al final pensábamos que la vida era eso: la consecuencia de las circunstancias. El resultado de la suma en la que siempre le restábamos valor a nuestros sueños, que despertaban cuando dejábamos de estar dormidos. ¿Cuánto puede seguir alguien sin sentirse alguien? ¿Cuánto pueden aguantar hasta derrumbarse los esquemas? ¿Cuánta mierda es capaz de arrastrar la esperanza? Y al final estaremos desnudos, necesitados, con los ojos que podrían hacer llorar a aquel que los mirase, y las ojeras pintando en nuestra cara la agonía, la realidad en la que lo real nos duele y en la que sólo queremos que alguien nos haga feliz de una puta vez, sin tener para ello que dejarlo todo. Sin tener para ello que ensuciar nuestra piel de barro, tras arrastrarnos por encima de un montón de excusas. La vida me parece bonita, a pesar de lo pronto que anochece ahora.

AMO TU CUENTA

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