Sabía dibujar formas con cada uno de tus lunares, podía contarte cuentos hasta que te quedaras dormido y casi conseguía volverme muy pequeñita para no molestar.
Nunca supe centrarme sólo en mí, ni logré cambiar ninguna de mis manías, pero siempre podía medir a qué distancia estaba la Luna si lo hacía con tus manos.
Nunca he sabido hablar en público sin que me tiemble la voz, pero podría haberte recitado poemas de memoria en tu habitación, uno tras otro, hasta que te rindieras.
Hablo mucho, duermo poco y sueño demasiado. Tengo que aprender a levantarme sola cuando me caigo, a llorar menos y a seguir siendo igual o incluso más.
Podría haberte escrito poesía con el corazón y con los dedos, pero con el teclado duele mucho menos, o eso creo.
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