Una tiene que estar veinte años viviendo consigo misma para darse cuenta de las dependencias que ella se ha creado. Tengo manías divertidas, irritantes y deprimentes, quién quiera que me las pregunte y se las comento. Es incluso cómico que yo misma me imponga limitaciones y que luego no deje a nadie más que lo haga. No permito que nadie me diga que debo hacer con mi cuerpo ni mucho menos con mi mente, mis ideales me los he ido creando yo misma gracias a las buenas enseñanzas que las personas me han ido regalando a lo largo de mi vida. No me gusta que me juzguen por cómo visto, por lo que estudio, por los libros que leo, por la música que escucho, por cómo hablo, por el lugar de dónde vengo ni por los amigos que tengo. Llevo veinte años conociéndome a mí misma y aún me pongo metas demasiado altas a las que nunca llego, me sigo juzgando a mí misma por los estereotipos y patrones que mi sociedad me ha impuesto. Nos llevamos toda la vida ganando, ahorrando y gastando dinero y, en realidad, qué poquito tenemos.
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